Todos contra el Tigre
Cuando el comunismo rampante, el petrosantismo enquistado, el bogotacentrismo moderado, el Régimen y hasta los empleados del patronato —esos oportunistas que se camuflan y capitalizan posando de derecha mientras sirven a intereses ocultos—
se alinean y coordinan en una ofensiva feroz contra Abelardo de la Espriella, solo puede significar una cosa: ¡vamos bien, y ese es el Tigre que Colombia merece y necesita con urgencia!
En un país asfixiado por la corrupción, la ineptitud y el descaro de la clase política, donde los mismos de siempre manipulan las riendas del poder, surge un líder que no se doblega, que no se vende y que representa la verdadera independencia que tanto anhelamos.
No hay nada más peligroso para la izquierda comunista y el Régimen que un candidato auténticamente independiente, uno que no pueden comprar con sus bolsas de dinero, ni cooptar o intimidar con su poder. Ni siquiera pueden eliminarlo, como tristemente sucedió con el valiente Miguel Uribe Turbay, cuya memoria sigue siendo un recordatorio doloroso de cuán bajo pueden caer los autoritarios para silenciar voces disidentes.
Abelardo de la Espriella es ese fenómeno político que les quita el sueño a los poderosos y a los corruptos petristas que nos gobiernan. A pesar de sus viles ataques, sus calumnias infundadas contra su honra y sus maquinaciones en redes y medios complacientes, no pierde ni un centímetro de apoyo popular. Al contrario: cada embestida solo fortalece su base, porque el pueblo colombiano, harto de mentiras y traiciones, reconoce en él a un guerrero genuino que, a diferencia de varios contendores, pone a Colombia primero sobre sus intereses electorales y personales.
¿Pero por qué están tan alborotados? Pensemos en el contexto. Colombia ha sido saqueada por décadas por un Régimen que, como denunciaba Álvaro Gómez, premia la lealtad ciega que alimenta una gigantesca red de complicidades donde no hay ideología, principios ni valores, solo intereses.
El petrismo ya forma parte de ese Régimen y es la prueba irrefutable de su existencia. Al carajo con la ideología y el “cambio”: lo que importa es robar y mantener el poder, aunque sea con la bandera del M-19 en una mano y la del establecimiento político —que tanto dijeron odiar— en la otra.
De ahí surge el “petrosantismo”, una alianza contradictoria pero eficaz que busca impunidad para la izquierda en el próximo gobierno, y el establecimiento que su agenda de control estatal, político y financiero prevalezca para perpetuar el status quo que ha condenado al país a la pobreza, la corrupción y la inseguridad.
A este pacto se suma el bogotacentrismo moderado, una rama clave del Régimen basada en un elitismo capitalino que ignora las regiones periféricas, impone políticas desconectadas de la realidad rural y costeña, y que, por alguna razón, se arroga el derecho de decidir el próximo presidente entre el turco y el sauna de exclusivos clubes. Todos ellos ven en De la Espriella una amenaza existencial, porque él no juega su juego, no es “políticamente correcto” ni manipulable.
¿Qué ofrece el Tigre a cambio? Una visión clara y firme: restaurar la seguridad en las calles, combatir el narcoterrorismo sin titubeos, promover la inversión privada para generar empleo real —no subsidios clientelistas— y defender los valores tradicionales que han forjado nuestra nación. No es un político de carrera; es un hombre de acción que entiende el dolor de las víctimas del conflicto —no de los victimarios—, que respeta la propiedad privada y que no teme confrontar a los guerrilleros reciclados en el Congreso y al Régimen.
Su independencia lo hace invencible: no debe favores a clanes políticos ni a los poderosos, tampoco necesita de su dinero. Por eso, el ataque coordinado —desde fake news en redes hasta editoriales sesgados en prensa— solo revela su pánico. Si todos se unen contra él, es porque saben que De la Espriella puede romper el ciclo vicioso que les ha permitido ordeñar a nuestro país.
Colombianos, no caigamos en la trampa. Apoyar al Tigre no es solo una opción; es una necesidad patriótica. En un momento donde el país pende de un hilo, con la economía tambaleante y la soberanía, libertad y democracia amenazadas, necesitamos un líder con garras, no con promesas vacías, ni tampoco una mascota de quienes se han encargado de saquear el país. Abelardo de la Espriella encarna esa fuerza: resiliente, audaz y leal al pueblo. ¡Que sigan ladrando, porque el Tigre avanza! Colombia merece ser grande, libre y próspera.