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Que no volvamos a esas épocas de mallas en los estadios y de violencia desmedida entre delincuentes que dicen ser hinchas.


Óscar Rueda
ago 09 de 2025 08:00 a. m.
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Que no volvamos a esas épocas de mallas en los estadios y de violencia desmedida entre delincuentes que dicen ser hinchas. Seguramente vendrán medidas restrictivas en El Campín, todo por unos bárbaros que alejan a los verdaderos hinchas del fútbol. Ya vamos en que los dos clásicos —masculino y femenino— fueron suspendidos.

Muchas dudas quedan tras la bochornosa batalla campal en el Movistar Arena: ¿se confiaron?, ¿fue muy poca seguridad?, ¿no hubo controles?, ¿cómo entraron armas? Alcaldía, Policía y organizadores no se pueden lavar las manos.

Las imágenes desbordan cualquier imaginación. Cual Coliseo Romano, los asistentes al concierto de Damas Gratis terminaron en medio de un espectáculo bárbaro. Rompieron las puertas, entraron a la fuerza y, con cuchillos, sillas o lo que encontraran, se enfrentaron en todo el centro del viejo Coliseo El Salitre.

Un joven hincha de Santa Fe murió atropellado mientras, aparentemente, huía de los salvajes. Sergio Blanco dejó una hija de ocho años. Su familia hoy no entiende cómo terminó una fiesta en una tragedia.

Desde todo punto de vista es reprochable. Lo que pasó es de extrema gravedad: se confiaron y los protocolos no fueron los que exigía el evento. Faltó Policía, anillos de seguridad y más logística. También diálogo previo entre barras; era previsible que podían ocurrir enfrentamientos, pero no se prepararon.

Que investiguen, aclaren y, lo más importante, que no se repita. De un momento a otro, Bogotá se volvió una capital de grandes eventos. Solamente ahí, en el Movistar Arena, este año van 57 presentaciones. Eso, sin duda, era inimaginable hace unos años. No podemos perder lo que tanto ha costado: volver a la ciudad atractiva para espectáculos internacionales y artistas de primer nivel.

Volvamos a El Campín. Recuerdo hace unos 25 años, cuando iba las primeras veces al estadio, el miedo que generaba la desmedida violencia entre barras. Como animales, había mallas para que no se salieran de las tribunas. Las requisas eran bestiales; al salir, la gente se tapaba la camisa por miedo a ser víctima de algún radical. Pese a eso, en calles y barrios la violencia era desmedida: constantes riñas y hasta muertos con la excusa de una camiseta.

No erradicamos por completo esa ridícula violencia entre barras, pero, con mucho esfuerzo, que implicó diálogo, sanciones, mano dura y apoyo de los equipos, la situación cambió del cielo a la tierra y poco a poco el fútbol volvió a ganar el partido. Que unos bárbaros no borren lo que, con esfuerzo, la ciudad ha construido.

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