¡Y LLEGÓ EL TREN!
Tres alcaldes de Bogotá dieron continuidad a un proyecto que necesitaba la ciudad a gritos.
De no ser porque dejaron a un lado las diferencias políticas y realmente pensaron en la urgencia de la primera línea, hoy seguiríamos esperando. Lástima la postura del presidente Petro, podría subirse al tren pero prefirió seguir haciendo oposición desde el gobierno.
Ochenta años de promesas, estudios, hasta cheques chimbos prometiendo un metro para Bogotá. Finalmente, el sueño de una línea se vuelve realidad, no importa cómo sea, no importa por cuál zona de la ciudad cruce. Lo importante es que es el comienzo de la construcción de un sistema de transporte que una capital se merece.
Fue emocionante ver desembarcar el primer tren de metro en Cartagena. Seis gigantescos vagones, que cruzaron medio mundo, para por fin llegar a puerto y comenzar su recorrido hacia Bogotá. El camino ha sido muy tortuoso. Y digo que ha sido, porque no ha terminado.
Es bueno un contexto: El entonces alcalde Petro, que tanto critica al metro de Bogotá, no pudo contratar lo que prometió en campaña porque los estudios se demoraron y no tuvo tiempo para licitar. Buena parte del tiempo en su administración se fue defendiéndose por el fracasado esquema de basuras. Peñalosa impulsó una línea elevada, en lugar de subterránea especialmente por costos y tiempos. Lo dejó contratado, con financiamiento asegurado y con los estudios de ingeniería avanzada completos.
Siguió Claudia López como alcaldesa, pese a las críticas y algunas modificaciones que hizo, ejecutó el contrato y comenzaron las obras en el Patio Taller de Bosa. Una tercera administración, la del alcalde Carlos Galán, aceleró las obras. Hoy ya superan el 60% de ejecución: el metro “tiene cara” y ya vamos al punto de 6 kilómetros de viaducto y la llegada de los trenes.
Tres alcaldes, y todavía falta el próximo que va a entregar la obra. Uno de los pocos ejemplos que tiene Bogotá de continuidad, planeación, desarrollo continuo y sobre todo de poner por encima el interés general sobre el político. De no ser así, hoy no tendríamos ni la sombra.
Y aunque parece increíble que tremenda noticia no alegre a todo el país, hay una férrea oposición, encabezada por el presidente Petro. Resulta insólito: un proyecto marchando, a tiempo y sin duda de una utilidad tremenda - va a ahorrarle a una persona que viva en Bosa una hora y media por trayecto hasta la calle 72-. Es complejo descifrar por qué, pero hay algunos indicios, más allá de que el proyecto sea elevado y no subterráneo, como él quería. Por un lado, el simple capricho de no hacerlo como lo planeaba. También es evidente que “no tiene velas en el entierro”. Ni contrató las obras, ni las ejecutó ni las va a entregar. Y además toda la línea política que permitió la obra no es la suya. Una posición mezquina y egoísta.
No pudo parar las obras, tampoco modificar el trayecto siendo presidente, pese a que amenazó muchas veces con hacerlo. Por encima estaban los contratos, la institucionalidad y la misma sociedad, que más allá de cualquier diferencia no me cabe duda que ampliamente prefiere su metro, sea como sea.
Contra viento y marea llegó el tren. Solo uno de ellos tiene la misma capacidad que 18 buses de Transmilenio, y fuera de eso son eléctricos. Ahora a fiscalizar las obras para que acaben de la mejor manera y lo más pronto posible. Y a pensar en la segunda línea, ojalá subterránea.