La “twitteadera” del presidente
El presidente de la República se comportó durante la última semana como lo hacía en las formas Donald Trump.
Hasta ahora en los hechos concretos el presidente se ha mantenido democrático en el fondo. Ha dado mensajes institucionales; respetado el equilibrio y a las ramas de los otros poderes y garantizado el ejercicio de la libertad de prensa y expresión. Pero en las democracias es mejor no solo serlo sino parecerlo.
El tono del presidente Gustavo Petro esta semana tuvo un quiebre. A unos 40 periodistas con los que se reunió para un “off the record” en la Casa de Nariño, les explicó que sus anuncios en Twitter se mantendrían tal como los venía dando. Eso podría no ser una buena estrategia para las comunicaciones de un jefe de Estado.
En Estados Unidos, el presidente Trump, lejano a Petro en el fondo, se dedicó a hacer lo mismo durante cuatro años sin corregir. Sus anuncios se dieron en Twitter y sus confrontaciones personales desembocaron permanentemente en un riesgo para la estabilidad internacional. Trump descalificó a la prensa responsabilizándola de “fake news” e, incluso, acusó a sus propios asesores y miembros del gabinete cuando estos le dieron la espalda por cualquier razón. Su mandato como jefe del Gobierno americano era unir al país, pero, contrario a eso, logró polarizarlo de una forma peligrosa pocas veces vista en la historia. Hasta que llegó la toma del Capitolio.
El presidente Petro ha estado distante de escenarios reales antidemocráticos. Esta semana se vio con el fiscal general en Palacio para resolver diferencias sobre la coordinación en investigaciones que necesitan la armonía de las ramas. No ha dicho nada hasta ahora sobre una constituyente (y ojalá no lo haga) ni ha llamado a desconocer al Congreso, las leyes o las cortes, como ocurrió con el régimen de Nicolás Maduro, que temprano en su Gobierno disolvió la Asamblea y creó un poder legislativo cómplice y hecho a la medida. Eso lo reconocemos pero resaltamos que es importante que el presidente se mantenga demócrata y garantista tanto en el fondo como en las formas.
El populismo es de derecha y de izquierda y es diferente al poder popular que reivindica cada tanto el presidente. El populismo tiene riesgos reales de convertirse por esa vía en autocracia. Términos próximos que se escuchan más por estos días son el “estado de opinión” y “la voluntad de las mayorías”. Justamente para controlar esos excesos es que la Corte Constitucional en Colombia ha tenido un especial énfasis desde su creación en el 91 por la protección de las minorías.
El presidente no debe ser solo demócrata en el fondo sino también en las formas. Atacar constantemente a la prensa no es una buena señal y cazar peleas demostrando el poder presidencial con cualquier político que lo cite en un trino no tiene sentido. La comunicación entre los medios y el presidente debe ser respetuosa y tolerante desde el Gobierno. Y justa y equilibrada desde los medios. No se trata de declarar enemigos desde ningún lugar de enunciación, sino de construir país desprendiéndose de las pasiones de los prejuicios y en el debate argumentado y reflexivo.
Germán Gómez y Laura Sarabia están haciendo un muy buen trabajo como puentes en la Casa de Nariño. Sería muy importante que el presidente los escuche y en general a sus asesores para dar mensajes estratégicos y prudentes en vez de declarar conflictos en Twitter en todos los frentes al tiempo y llamando a la polarización como lo hizo Trump. Hay que ser demócrata, pero también parecerlo.