No importan los tenis

No importan los tenis. Importa la gestión en política pública, los resultados y la seguridad energética del país.


Santiago Ángel
ago 28 de 2022 06:00 a. m.
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Uno de los grandes asuntos por debatir en el ejercicio cotidiano del periodismo es el de los errores. Muy pocas veces los medios y los periodistas aceptamos abiertamente cuando cometemos un error en el desarrollo de nuestro trabajo, los cubrimientos, enfoques, o las opiniones superfluas en las redes sociales que ya no pueden desprenderse de los medios y las empresas informativas para las que trabajamos. 

Esta columna tiene el propósito de reconocer abiertamente un error. No importan los tenis. Publiqué un trino que simplificó a la ministra de Minas, Irene Vélez, en su reunión con la ministra de Turismo del Gobierno español, cuando lo único relevante y por lo que debe ser evaluada la ministra es por su gestión, sus resultados, su trayectoria académica reconocida y su protección o no de la seguridad energética del país. No habrá aquí ninguna justificación, pero sí un llamado a la reflexión sobre otro asunto que se ha hecho visible en el mundo digital: la carnicería de las redes. 

El error estuvo en el uso de la palabra “así” para poner la relevancia de la fotografía de ambas ministras en las formas de la reunión. Aunque no usé la palabra “tenis”, y el trino podía interpretarse positiva o negativamente, lo cierto es que las formas eran y son un asunto pequeño. Simplifiqué a la ministra de una manera irrelevante; los protocolos de las visitas de Estado, y no puse acento en el fondo de la discusión que es lo que, como periodista y lider de opinión, me compete. La ministra Irene Vélez tiene una trayectoria académica reconocida, respetada y suficiente. De su trabajo para garantizar que el país no tenga que importar gas y empobrecer a los más vulnerables; para que no haya pánico en el sector hidrocarburos; y para que los programas sociales puedan ejecutarse en el marco de la promesa de la transformación energética, sin abandonar las utilidades históricas de Ecopetrol, que en el primer semestre de 2022 superó todos los ingresos de 2021 por más de 17 billones (una reforma tributaria), hablaremos en unos meses. 

Si la ministra usa tenis o no para sus reuniones de Gobierno o para las visitas de Estado es algo que no debió pretender ser evaluado por mi. Mucho menos tratándose de una mujer que ha desarrollado una vida académica connotada y que merece todo el respeto. El único rasero para un cuestionamiento a la ministra es y será su gestión. 

Ahora bien, dicho esto y, dada la atención que recibió un asunto tan pequeño, es importante hacer un llamado a la reflexión sobre la carnicería en las redes sociales y los escenarios en los que como sociedad hemos decidido dar los debates de la opinión pública.

Por ese trino, que insisto, fue un error, recibí toda clase de insultos, amenazas y acoso sistemático, contado en miles y miles de comentarios con argumentos que justamente apelaban a lo que querían cuestionar. No es una forma de victimización. En la sociedad que tenemos hoy, las redes se han convertido en un movilizador de la opinión de quienes antes no lograban acceder a un espacio en los medios masivos. Esa oportunidad que da las redes para diversificar las voces y hacer más plural e inclusivo el debate, debería cuidar también los valores sobre los que se sienta la forma de organización política en la que vivimos en occidente. Uno de esos valores, per se democráticos, es el de la libertad de expresión. 

Es simple. Ninguna persona en una red social debería recibir una amenaza contra su vida o su integridad por una opinión o una publicación. Ninguna persona debería ser acosada en su vida privada por una opinión o una publicación. Ninguna persona debería tener temor a expresarse libremente en democracia porque la repercusión inmediata pueda ser la anulación, el descrédito y la masacre colectiva de la dictadura de la opinión que termina callando. 

También entiendo que detrás de cada tendencia y oportunidad para alzar el dedo acusador y señalar a alguien de inmoral, incorrecto, o “arribista”, están empresas organizadas que tienen esquemas muy bien distribuidos de tuiteros que se coordinan para atacar. Yo mismo he investigado y denunciado esas prácticas durante los últimos tres años con compañías como Brandmen, Daniel Vivas y el trabajo de Sebastian Guanumen. Los activistas que acompañaron la campaña del presidente electo tienen que entender que ahora, aunque no tengan cargos públicos, son vistos como representantes del Gobierno que eligieron, esto es del poder ejecutivo. No pueden funcionar como máquinas arrolladoras que pasan por encima de quienes son considerados enemigos con escupitajos frenéticos y golpes de martillo.

Su propuesta de paz y cambio pasa también por el ejercicio real de la tolerancia con quienes no se encuentran en las ideas. No se puede ser más tolerante con delincuentes que han cometido crímenes de Lesa Humanidad, que con contrarios en el debate pacífico. 

Los activistas del gobierno no pueden comportarse como en una cacería de brujas; dispuestos siempre con la antorcha encendida para llevar a la hoguera a quien piense diferente o a quien cometa un error. El discurso del perdón y la narrativa de la paz tienen que ser aterrizados para encontrar sensatez y un punto medio entre dos ideas de país que aún siguen muy distantes. 

El matoneo que pone en riesgo la libertad de expresión no puede ser un propósito de Gobierno, así como la simplificación, de la que hice parte, no puede ser una forma de veeduría. Desde aquí reconozco abiertamente el error y corrijo. Mi único rasero para evaluar al presidente y su gabinete como periodista, serán sus hechos y resultados en política pública. 

@santiagoangelp
Director de NoticiasRCN.com

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