Colombia frente a su mayor oportunidad: liderar la transición energética en América Latina
Creo firmemente en esta afirmación por tres razones fundamentales: nuestra matriz renovable, la oportunidad en infraestructura y el ecosistema tecnológico.
Colombia tiene en sus manos la posibilidad de convertirse en líder de la transición energética en América Latina. Creo firmemente en esta afirmación por tres razones fundamentales: nuestra matriz renovable, la oportunidad en infraestructura y el ecosistema tecnológico.
Una base renovable privilegiada
En primer lugar, contamos con una matriz energética mayoritariamente renovable gracias a nuestras fuentes hídricas: cerca del 70% de nuestra electricidad proviene de hidroeléctricas, lo que nos ubica por encima del promedio mundial (apenas 28% según la Agencia Internacional de Energía). A esto se suma que tenemos una de las radiaciones solares más altas del planeta, con niveles que superan en un 60% a los de Alemania —país pionero en energía solar—, y un potencial eólico en La Guajira que podría, según la UPME, abastecer más de 10 veces la demanda actual del Caribe colombiano. Son ventajas naturales que muchos países de la región y del mundo envidiarían.
La urgencia en infraestructura
En segundo lugar, tenemos una oportunidad histórica en infraestructura. El gran reto de la transición no está solo en generar energía limpia, sino en cómo la transportamos y la ponemos a disposición del usuario. Necesitamos redes de transmisión y distribución más inteligentes, capaces de balancear oferta y demanda en todo momento, reducir pérdidas y garantizar confiabilidad.
Hoy, por ejemplo, más de 2.000 MW en proyectos renovables permanecen represados por conflictos sociales, burocracia e intereses particulares. Si lográramos destrabarlos, Colombia podría cubrir casi toda la demanda adicional proyectada para los próximos cinco años con energía renovable.
A esto se suma la necesidad de avanzar en la instalación masiva de medición inteligente y telemedida en todos los clientes del país. Esto no solo permitiría predecir mucho mejor la demanda energética, sino también darle al usuario un control preciso de sus consumos incluso de manera horaria. Países como España o Chile ya demostraron que la digitalización de la medición es una palanca directa de eficiencia, reducción de fraudes y optimización de precios.
El rol de la innovación y el capital
En tercer lugar, contamos con un ecosistema de innovación tecnológica creciente en Latinoamérica y con talento de talla mundial. Con reglas claras de juego por parte del gobierno —estabilidad regulatoria, seguridad jurídica e incentivos correctos—, podremos seguir recibiendo inversiones de capital privado extranjero que no solo impulsarán la innovación, sino también el nacimiento de nuevas empresas que retan el status quo de la industria.
La tecnología en estas compañías será clave para transformar la experiencia del usuario: información en tiempo real, servicios personalizados, facturación flexible y soluciones que conviertan la energía en una ventaja competitiva, no en un dolor de cabeza. En países desarrollados ya se habla de “prosumer”: usuarios que no solo consumen energía, sino que producen, almacenan y comercializan sus excedentes. Colombia tiene todo para dar ese salto.
El usuario como eje central
El usuario debe estar en el centro. La tecnología permite que cada persona y empresa tenga un nivel de control sobre su consumo como nunca antes en la historia. Esto debe complementarse con un servicio cercano y disponible en todo momento, que simplifique la relación con el operador y le dé la tranquilidad de contar con respuestas ágiles a sus necesidades.
Al mismo tiempo, la sostenibilidad deja de ser un eslogan y se convierte en un beneficio concreto: el acceso a certificados de energía renovable ofrece a las empresas una herramienta tangible para respaldar su compromiso ambiental. Y en paralelo, la centralización administrativa a través de plataformas digitales elimina fricciones innecesarias en la gestión de facturas dispersas. Solo así la energía dejará de ser un costo fijo y pasará a convertirse en una verdadera ventaja estratégica, generando eficiencia, confianza y competitividad.
Una oportunidad que no podemos dejar pasar
Estamos a tiempo de sumar esfuerzos y acelerar la acción conjunta. La transición energética exige que sector público, empresas, comercializadores, academia y usuarios trabajemos alineados hacia un mismo propósito: integrar más energías limpias, invertir en tecnología y digitalización, y devolver el poder al usuario.
De esa manera, asumiremos la transición energética como lo que realmente es: el motor que puede impulsar el crecimiento económico, la eficiencia empresarial y la confiabilidad del sistema. Colombia ya tiene la ventaja inicial. Lo que sigue depende de nuestra capacidad de trabajar juntos para no perder la oportunidad de ser líderes regionales en la transición energética.