Normalizar el miedo en los estadios
Los vándalos se hicieron dueños del fútbol en Colombia y las familias cada vez más se alejan de esta hermosa pasión.
Un poema muy conocido escrito por el exfutbolista argentino Quique Wolf señala que nunca se podrá saber lo que es la vida, si nunca se hicieron hinchas de un club, mucho menos entender la música, si no se cantó desde la popular, y no podría estar más de acuerdo. Sin embargo, la pasión del deporte más hermoso de todos, está volviendo a sobrepasar los límites en Colombia.
No piensen que lo que ocurrió en la noche de este jueves 26 de septiembre en las tribunas del estadio Atanasio Girardot es un hecho aislado. La guerra entre las barras bravas del país se vive diariamente en los barrios de cada ciudad y en Medellín solo se vio una muestra de que, lastimosamente, seguimos sin estar preparados para ver a dos hinchadas en un mismo escenario.
Todos los que amamos este deporte recordamos la primera vez en la que fuimos a un estadio a ver al equipo que nos movió fibras desde pequeños. El ver a miles compartir tu misma pasión, escuchar los bombos, redoblantes, trompetas y canciones para apoyar a tu club es una sensación única. Sensación que muchos se empiezan a repensar tristemente.
Siempre he estado convencido de que no existe una injusticia más grande en este deporte que querer ir a ver a tu equipo y que se deba pensar dos veces. Tampoco diré que soy de los que cree que ir a ver fútbol es como ir al teatro, pues la pasión de generaciones es algo especial. Pero increíblemente tener que analizar que la integridad puede correr peligro por ir a ver un partido es normalizar el temor en los estadios.
Y es que ir a un estadio de fútbol no debería hacer pensar a absolutamente nadie en su regreso seguro a casa, en si puede o no usar la camiseta de su equipo y en casos extremos, como el de Medellín, si volverá a ver a su familia porque un desadaptado le puede quitar la vida sencillamente por tener otro color.
Las preguntas son muchas. ¿Cómo entran cuchillos a los estadios? ¿Las requisas a los miembros de las barras no están siendo suficientes? ¿Quién lidera los proyectos sociales con las barras en cada localidad? ¿Es real lo de “la vida por los colores”?
Quienes hemos ido a un estadio a ver a nuestro equipo sabemos que difícilmente las autoridades y/o logística permiten el ingreso de una botella de agua, un paquete de papas o hasta una moneda, pero entonces cómo están haciendo para entrar elementos realmente peligrosos como cuchillos y machetes.
Por donde se le mire la violencia del fútbol en Colombia está regresando (o nunca se fue) y en altos niveles. En Cali se están viviendo partidos de alta tensión, en los que ya se normalizó que la solución para el mal momento del ‘azucarero’ es ingresar a la cancha a causar desmanes y temor, tanto en los jugadores como en el resto del público que solo va a apoyar a su club.
A quienes están dispuestos a dar su vida por un equipo, o a quitársela a alguien más, les pregunto: ¿vale la pena romper una familia, despedirse de su mamá o hasta no ver crecer a sus hijos, por 90 minutos de fútbol?
Las autoridades en Colombia tienen toda la responsabilidad de sacar a los violentos del estadio. Está en sus manos que las familias sigan yendo a disfrutar del mayor entretenimiento del país con todas las garantías y sobre todo, que nunca más se normalice la pregunta: ¿puedo ir a ver a mi equipo o mi integridad corre peligro?
Que siga la fiesta en las tribunas…pero que todos podamos volver a casa a comentar el error arbitral, los fallos de su delantero y los rugidos de su goleador favorito.