El final de la ‘ñapa’
Se está dando una especie de ‘multinacionalización’ de nuestras costumbres económicas; que no es otra cosa que la erradicación de la ‘ñapa’ y la hiper-eficiencia financiera.
Los muy apetecidos McDonald's de París, esos que tanto frecuentan los turistas para acceder a un menú económico en medio de tanta opulencia, cobran 50 centavos por cada sobre (sachet) de salsa adicional. Es decir que, si usted quiere comerse sus papas fritas con un par de sobres adicionales de salsa de tomate, deberá pagar un euro de más.
Dicho cobro -ya sea como medida para evitar el desperdicio, como una estrategia de eficiencia financiera o como el resultado de un contexto inflacionario-, parece exagerado y desproporcionado, especialmente, si se le compara con la dinámica amplia y generosa de la economía colombiana y el resto de la región latina.
Y es que en un país en el que los almuerzos ejecutivos permiten repetir sopa, en el que un vasito de salpicón se termina convirtiendo en vasito y medio por el mismo precio, y en el que por mercar víveres le enciman a uno la fruta de temporada, resulta extraño pensar que la ‘ñapa’ tiene los días contados o que está próxima a eliminarse de nuestra idiosincrasia.
Sin embargo, la ‘ñapa’, definida por la RAE como una "añadidura, que se da como propina o regalo", podría estar peligrando por la tendencia de las grandes empresas -sobre todo de las multinacionales- de cobrar milimétricamente cada elemento de su portafolio comercial.
El ejemplo clásico de este escenario lo tienen las aerolíneas, que pasaron de un esquema de cómodas sillas, elaborados pasabocas y gran capacidad de equipaje por pasajero, a uno en el que cada centímetro de comodidad se cobra: tamaño de la silla, asiento en la ventana, equipaje de bodega e, incluso, algo de beber a bordo.
En la misma línea, por poner algunos ejemplos, están: las constructoras, que cada vez construyen con menos metros cuadrados y entregan los inmuebles en obra gris; las pizzerías de cadena, que ponen los ingredientes a cuentagotas y cargan extra por cualquier combinación decente; y los concesionarios de carros, que cobran adicional por algo tan elemental como la alarma del vehículo.
Ante esta tendencia, y como era de esperarse, se está dando una especie de ‘multinacionalización’ de nuestras costumbres económicas; que no es otra cosa que la erradicación de la ‘ñapa’ y la hiper-eficiencia financiera (reducción de costos), incluso, a costa de la experiencia del consumidor.
¿Llegaremos al punto en el que las misceláneas y papelerías de barrio nos cobren por el pedazo de cinta con el que se cierra un sobre de manila?, ¿dejarán las panaderías de encimarnos un pan por la compra de una docena?, ¿alcanzaremos el momento en el que las peluquerías nos facturen por el lavado después de un corte?
En todo caso, aunque aún falte tiempo para ese escenario, es un hecho que se está marchitando una característica muy autóctona de nuestra región; una costumbre que fideliza usuarios, realza la experiencia del consumidor y le quita fricción a los negocios.
Esperemos que nuestra querida ‘ñapa’ no muera del todo, pues, ahora que Colombia está posicionándose como un referente turístico a nivel mundial, este tipo de prácticas elevan nuestro perfil como anfitriones y nos dan un verdadero atractivo de cara a los extranjeros, sobre todo en aquellos que acostumbran a pagar 50 centavos por un sobre de salsa en sus comidas.